lunes, 25 de enero de 2016



SRI LANKA




Adicto, esa es la palabra para definir el estado que me produce al oír pronunciar la palabra surf. Dicen que cada cierto tiempo una persona tiene que ir haciendo cambios en su corta vida para que no caiga en ciertas rutinas y este deporte es un buen ejemplo de ello. El mar puede darte todo tipo de sensaciones. Su furia, desemboca en olas de espuma que parecen desplomarse del cielo. El impacto del agua contra ella misma, crea un agudo ruido, el cual te  avisa de lo que te espera si uno no esta atento al baile de las ondas. Pero a veces aparecen silencios, creando momentos de calma donde uno intenta serenarse. Ubicado en  medio de las olas, has de intentar  acompañar su delicado baile, para poder coronar lo mas rápidamente sus crestas y luego comenzar su inquietante bajada hasta que su fuerza impacta contra la lamina de agua salada. Uno parece jugar al pilla pilla, o tu pillas la ola o ella te pilla a ti. La fuerza de las corrientes destronan incluso al mas fuerte y las rocas delimitan la cancha de juego, aunque los de Lleida siempre jugamos en cancha rival. Así, se me planteaba el reto de las siguientes vacaciones. En principio había varias alternativas para poder compaginar ambos deportes, aunque por ahora aun es difícil, debido  a que aun estoy en fase de aprendizaje encima de la tabla. Al final, el lugar escogido fue Sri Lanka, país que no hace mucho era la antigua Ceilan. La isla no era muy grande, pero  reunía todo lo que a priori me exigía. En su parte central, donde se encuentran  las antiguas capitales, surge un macizo montañoso con cumbres que llegan a los 2200 metros, lugar en el que seguramente  tendré que apretar los dientes. Por otra parte, la isla presenta varias orientaciones donde se practica el deporte del surf, dependiendo de  la estación en que uno se encuentre. Con estas perspectivas, la decisión resultó mucho mas fácil.


INICIOS


Solo bajar del avión, te das cuenta que estas en un lugar donde las prisas no existen. La recogida de las maletas fue una odisea y mi bicicleta fue el ultimo bulto en salir. Ver el paquete fue una alegría, aunque el embalaje estaba lleno de síntomas de haber padecido multitud de golpes. Todo el proceso tardó una hora y media, donde el tiempo pasó muy lentamente ya que  el personal del aeropuerto no  me daba ninguna explicación  del lugar donde se encontraba  mi equipaje. Después de dar un espectáculo en el hall del aeropuerto desnudándome y ensamblando las piezas de mi btt, comencé a rodar por el país. Los principios a veces se afrontan con dureza y el calor a esas primeras horas de la mañana quemaba como el fuego. En poco tiempo me adapté al kaos del nuevo trafico.La conducción por la derecha, las nuevas preferencias de paso y el estado en que me encontraba después de  30 horas sin dormir hacia que todo este proceso inicial me exigiera xima concentración.
Me dirigía hacia el norte por la carretera del oeste que concurre paralela a la playa. La gente, iba con las largas puestas en los ojos. Me miraban fijamente, sorprendidos de mi presencia, con una risa en la boca  y me soltaban un suave helou. No tardé demasiado tiempo en realizar una parada técnica, en un pequeño colmado local. El olor era intenso y por la temperatura de la bebida que cogí de la nevera puedo afirmar que la cadena del frío, se había roto en algún eslabón. El colmado, me hacia aflorar recuerdos de mi juventud, cuando ibas a la pequeña tienda de tu pueblo, donde se apilaban las cosas en cualquier hueco, con los precios de los productos escritos a mano en trozos de cartón. Al lado de la caja, no podía faltar los envases vacíos de bebidas de refrescos, dispuestos en cajas de madera esperando a ser reutilizados. Colgados de los mostradores, había ristras de multitud de unidades individuales de champú, maquinillas de afeitar, pilas etc. Por cierto, el cálculo de moneda es muy fácil de resolver. Es el regreso a la peseta, 100 rihads equivalen a unas  100 pesetas. El cambio no era exacto pero pela arriba, pela abajo se aproximaba muchísimo.



Por la carretera me cruzaba con muchos perros que sufrían malnutrición y presentaban problemas de piel. Muchos de estos animales sufren las inclemencias del clima tropical. Asfixiante calor y una terrible humedad unido a la escasa y precaria alimentación de estos vagabundos, hace que muchos de ellos presenten una condición física pésima. Sobretodo se les nota en la piel y en la mirada. Faltos de pelo, marcando el costillar, a paso lento,me miran al pasar con una mirada ávida de derrota por la vida, como si supieran que no es país para perros.

No es que no me gusten las construcciones antiguas, son un trozo de historia que explica en parte como las sociedades han ido evolucionando. Pero ya no me dejo sorprender por ciertas cosas que se tornan repetitivas, así que aunque en mi ruta se cruzaran algunas de las antiguas capitales, no iba a prestar mucha atención a ese tipo de cosas. El verdadero placer esta en la realización del viaje y de las experiencias que se viven mientras éste transcurre sin llegar a tener importancia el destino final. Creo, si no me falla la memoria, que nunca me había encontrado tanta fauna salvaje a cada paso que daba.
La selva colindante a la ruta que estoy trazando, alberga multitud de seres que me van acompañado en mi viaje. Muchos de ellos, se averguenzan y se esconden, pero ellos mismos se delatan generando una especie de sonidos que me van haciendo compañía. Las ardillas aparecen  por todas partes. Estos roedores me fascinan.  Se mueven a una velocidad de vértigo y a veces veo como desafían  las reglas de la gravedad, pero lo que me encanta de ellas es la elegancia que tienen en la realización de cada uno de sus movimientos. Otro animal que me fascina es un lagarto de varios metros que me he ido cruzado varias veces en mi trayecto. Este Varano se parece al lagarto de Cómodo, aunque desconozco si tiene parentesco común entre ambos. Solo puedo decir que cuando el animal te aguanta la mirada, sus ojos transmiten una sensación de  fuerza y parece desafiarte  como si te retara a un duelo entre el y yo.

Los primeros días fui adaptándome a las condiciones que me ofrecía la isla, el paisaje, la gente, la comida, los olores etc. El camino era plano y las largas horas permitían devorar kilómetros. Lo único que no llegaba a gratificarme mucho era la comida, sobretodo al principio, luego la costumbre y sobre todo el hambre, te hace cambiar dicha percepción. El picante inunda el sabor de todos los platos y en mis papilas gustativas todo me sabia a sabor de curry, comieras lo que comieras  solo cambiaba  la intensidad de dicha percepción.
Los primeros diez días, me dediqué a recorrer las carreteras paralelas a la costa y descubrir las poblaciones de Anadapura, Polanapura, Sigyria, Kandy donde el terreno era totalmente planos. Estas ciudades, fueron las antiguas capitales del país y debido a este hecho aun se mantienen algunos restos arqueológicos de antiguas civilizaciones. Visite varias ruinas, aunque evitaba los controles debido al elevado precio de las entradas, las cuales solo eran requeridas a los turistas. En varias ocasiones tuve que salirme de los complejos al ser descubierto por  personas que se hacían responsables de varios sectores.



PLANTACIONES DEL TE

Después de Kandy, la carretera comenzaba a enviarme unos mensajes. Plato pequeño y el desarrollo dándolo todo. El clima no ayudaba y la lluvia comenzaba a ser mas habitual. En consecuencia comenzó una serie de percances con la cadena. En dos ocasiones separadas por pocos días, rompí  la cadena. Nada que no pudiera resolver, pero me quede sin  eslabones de repuesto, así que me dediqué con esmero en tener limpia la cadena y sobretodo bien engrasada en los  días de lluvia. En este país, cuesta encontrar recambios, sus bicicletas  son de un solo piño y las cubiertas son de un diámetro diferente al nuestro. Para que os hagáis una idea, las bicis de aquí son las mismas que llevaban antiguamente nuestros queridos abuelos. Como estaba comentando, la etapa reina fue la de Kandy hasta Nawa Era, eran unos 80 kilómetros, todos ellos de subida, donde las pasé canutas. El paisaje cambio radicalmente, apareciendo las primeras cascadas y observando la aparición de una diferente orografia.

De repente la selva se olvidaba de subir por la carretera y me rodeaban las primeras coníferas. Lentamente  en medio de unas finas capas de nubes comenzaban a verse las primeras plantaciones de te.Los campesinos aprovechaban cada metro de tierra que arrebataban a la montaña y el paisaje se  moldeaba con hileras paralelas de arbustos de un metro de altura. Las matas tenían un color verde oscuro, pero en las puntas iban brotando multitud de pequeñas hojas poseedoras de un color verde mas intenso. Dichas hojas era la materia prima que iban recolectando grupos de mujeres que se movían con agilidad entre el empinado paisaje.
Como en otros países había podido apreciar como se sobre explota a las mujeres. Ellas se encargan de  moverse por empinadas cuestas, soportando el calor y la irritable humedad. Ademas  portan el peso de unos sacos en su espalda que iban atados con unas tiras  de tela al perímetro de sus cabezas. Los hombres dentro de las plantaciones, se dedicaban a tareas mas cómodas como el pesaje de los sacos y su transporte por medio de cómodos tractores. Algo que mi lógica no puede entender.

La subida casi acaba conmigo, llegué muy justo a dos kilómetros de la ciudad. Empapado hasta el fondo, con todos los huesos entumecidos, decidí parar y montar la tienda. Estaba psicologicamente a un paso de mi limite. Demasiadas horas de subida en mojado, hizo que me debilitara y eso comenzó a notarse en mi cabeza. Los pensamientos se tornaban negativos y eso afectaba a mi rendimiento y  a la toma de decisiones. Apurando pude aprovechar un porche de una vivienda para protegerme de la lluvia y cambiarme de ropa. Seguidamente busque un lugar donde plantar la tienda. El lugar era bonito, tenia enfrente de mi, las plantaciones de te, a un palmo de mi cara. El único inconveniente era tener a menos de 20 metros la carretera principal. Mientras montaba la tienda, por arte de magia aparecieron un ejercito de niños. Todos ellos se quedaron sorprendidos al ver un turista en ese lugar. Aun se sorprendieron mas cuando comencé a montar el esqueleto de la carpa. Las varillas de aluminio tomaban forma curva y de repente como arte de magia, zas... Ya tenia una casa donde cobijarme. La lluvia volvió, para no irse hasta el día siguiente. Vaya noche pase, la lluvia y algo de viento fueron azotando las paredes de mi pirámide y a ratos me visitaban algunos perros que debían de oler el poco embutido que me quedaba entre las alforjas. Pero lo básico fue bien, dormí cómodo y entré en calor. Al día siguiente, a punta del alba tenia el cuerpo arrugado por el entumecimiento que provoca la humedad. A nadie le gusta ponerse la ropa mojada y sudada del día anterior, pero así fue y  así se ha de aceptar, ya vendrán momentos mejores. Continuaba lloviendo, pero los pensamientos y las fuerzas volvían a mostrarse optimas. Entonces, a un kilómetro, comencé a ver hoteles y guesthouses, me había quedado a escasas 200 pedaladas de mi destino. Eso me motivó aun mas y coroné los 1800 metros que tenia la población. El lugar era grande y se rodeaba por un lago inmenso. No me extrañó nada,con lo que llueve. La bajada fue espectacular, aunque algo fría. Al principio estaba  mojado por dentro, el body estaba algo destemplado y la velocidad que otorga la bajada  me creaba escalofrios en mi piel . La vista ofrecía profundidad, solo las nubes tapaban una parte del cuadro. La velocidad del ciclo iba muy rápida,  eso hizo que las pastillas de freno de mi rueda trasera se fundiera como la mantequilla  en pan caliente. Tenia que ir con cuidado, suelo mojado, empinadas pendientes, curvas cerradas acompañadas a veces con riachuelos de agua, que emanaban de los inexistentes colectores de la carretera. La sensación de avanzar y devorar kilómetros era adictiva, ya que en mi cabeza aun quedaba el recuerdo del día anterior, donde cada metro ganado era una lucha. Donde cada kilómetro costaba un sacrificio. Aquí en la Región de Nuwara Eliya, pude ver como los ríos bajaban con fuerza. Su agua era de un color marronaceo, igual que el color de la tierra de la selva y el ruido que se podía escuchar indicaba que el caudal estaba en fase de crecida. Pensaba que la etapa seria  solo de bajada, pero para llegar a la población Ella, no había contado que me quedaba un pequeño puerto que coronar.

En las montañas hay una cosa que me sorprendió. Muchas de esas pequeñas poblaciones, estaban formados por comunidades de musulmanes. Mi subconsciente me  engaña, ya que en mi cabeza se  me crean dudas y se  me hace extraño encontrar tanta gente diferente   vestidos con atuendos   que les imponen sus  religiones. Se mezclan  multitud de tonalidades, rojos, amarillos, naranjas aunque el color blanco inmaculado lo han adoptado los musulmanes. Estos, con sus pieles totalmente oscuras y  sus gorros minúsculos acompañados de sus barbas aselvajadas crean una comunidad diferente.


DULCE DROGA


Al final después de pasar un par de semanas, practicando el ciclismo, llegué a visualizar el mar y me di cuenta que las olas captaron entonces toda mi atención. Lo que me sorprendió bastante fue ver que las playas eran escasas. La parte  que ocupaba la arena de las mismas llegaba a ser a veces  irrisoria. Las fuertes corrientes y las rocas  no eran buenos aliados para el sosiego de las minúsculas partículas erosionadas. Miré el mapa y mi consulté mi  lista con los diferentes spots donde podía realizar surf. En principio mi destino, seria la playa de Weligama,  donde la guía explicaba que era uno de los mejores sitios para surfear en esta época, pero en el extra radio de Matara, vi unos carteles de varios hospedajes donde se anunciaban la practica del surf. Así que pregunté y al tener tiempo de sobras, decidí quedarme por unos días, para ver que tal resultaba la zona. Lo que en un principio iba a ser unos días se concretó en seis semanas. El lugar era tranquilo y su playa de arena  era ideal para el aprendizaje del surf. Cada mañana entre las seis y las diez de la mañana  me dedicaba a notar las sensaciones que me aportaban  las olas. El lugar era propicio para los aprendices y las olas jugaban con migo. Las mañanas  me pasaban de manera muy rápida, sumando el tiempo en el agua más lo que dedicaba al desayuno, transcurría media jornada sin  que uno se diese cuenta.


Llevo tres semanas sufriendo los golpes que me da el agua salada. Las caricias de dicho elemento parecen que sean leves, pero cada día acabo con los ojos rojos. La culpa la tiene la sal marina que me se cuela cuando la espuma me envuelve en una nube. Mi cuerpo se va debilitando pero aunque sea contradictorio algunas partes se van fortaleciendo, parece una paradoja pero es así. Las largas sesiones  que transcurren dentro del mar hace que acabe agotado. Mi lengua se me pega al paladar y   la boca se  seca  con gusto a sal . Pero por otra parte mi cuerpo va perdiendo grasa y  voy  fibrandome cada vez mas.  Mis tendones y músculos se resienten aunque a base de múltiples repeticiones  de los continuos esfuerzos, estos van acostumbrándose a los nuevos movimientos que me obliga el nuevo deporte. Así voy pasando los días, esperando que las lesiones me respeten, porque los golpes son continuos y aveces he de esquivar el retroceso de mi tabla y otras veces tengo que esquivar las tablas de los otros surfistas. Aunque lo mas peligroso, son las quillas y la parte afilada de los pinchos ( tablas de los pros).En mi cuerpo comienzan a marcarse pequeños golpes, rozaduras y fricciones típicas de  dicho deporte. Nada que no se pueda superar, aunque las 3 pequeñas heridas que tengo no consiguen cerrarse. Demasiado tiempo en el agua y demasiado tiempo sudando, impide que mi epidermis pueda crear un puente que cierre y tapone mis pequeñas oberturas.
Los días van pasando y no me doy cuenta que voy restando semanas. La rutina, es la misma cada día y eso hace que los días sean muy parecidos. Los pequeños detalles marcan la diferencia y disfrutar de ellos da más sentido a la vida. El cansancio que me produce este deporte, me aporta una especie de somnífero en que me quedo aletargado buena parte del día, evitando encontrarme con la luz directa del sol.
Al final, el roce hace el cariño y surgen lazos de amistad con la familia que regenta el chiringuito donde estoy. El jefe es bob Marley, con sus rastras llenas de canas.  Él regenta el lugar con su hija y su esposo. Su nieto, de dos años, esta todo el día jugando y aporta su espontaneidad con todos nosotros.

Así pasaron varias semanas, hasta que tuve que desplazarme a la  capital para extender el visado. Después de unas 3 horas de viaje en bus, llegué a Colombo, capital del país. Dado que la oficina de inmigración estaba cercana de la estación de autobuses, me dediqué a pasear durante unos 20 minutos hasta llegar al edificio en cuestión. Dentro, el kaos era total. El edificio era grande, oscuro, atiborrado de gente y sin  medios informáticos. El resultado era una visión de una  multitud de gente haciendo cola por todas partes. Al final, después del desconcierto inicial, pude llegar a la tercera planta del edificio donde aparentemente los extranjeros teníamos  que hacer el papeleo. Haciendo preguntas a varios extranjeros pude entender el protocolo que me esperaba. Tenia que hacer cola y  pasar por cuatro ventanillas, mas el paso por caja para pagar las taxas correspondientes. Todo el proceso me llevó a esperar tres horas, en medio de una multitud de personas que esperaban para obtener lo  mismo  que yo deseaba . Estuve a punto de fracasar en el intento ya que el lugar cerraba a las 14:00 h y me retornaron mi pasaporte con el visado, a las 13:40. Moraleja, quien tenga que extender la Visa en este país, mejor que vaya con tiempo o si no puede perder dos días para realizar dichos tramites. En temporada baja, supongo que la afluencia de gente es menor, pero no os confíes, había mucha gente con rasgos asiáticos tramitando papeles, mucho de ellos chinos y  filipinos que se buscan la vida donde pueden.


Bendita droga, volvía a engancharme al vicio. El  tiempo y la previsión de las olas me era favorable y disponía del resto del tiempo para recuperarme. Un día, al final tenia que pasar. La mañana  en que estaba cogiendo mas olas, tuve un pequeño accidente. Al entrar en una ola demasiado grande, intente hacer el take off, pero mis cálculos no fueron correctos y  la maniobra resulto errónea. La ola era demasiado grande, y su  fuerza me lanzó hacia delante mientras mi cuerpo  se fue  dirigido hacía la tabla . Salí despedido y por mala suerte caí contra la cola fish de mi tabla. El impacto me producido un dolor agudo en la parte izquierda de mi espalda. El dolor era tan intenso que no podía ni gritar. Semi sumergido, el mar no daba tregua y las sucesivas olas iban azotándome, así que salí como pude del agua con una muesca de dolor en mi cara y entendí que los siguientes días me tocaría reposo ya que el dolor  a priori era inaguantable.


Los siguientes días fueron muy largos, el tiempo pasaba tan despacio como una motocicleta sin trucar. El golpe me había dejado un dolor en la espalda que me iba visitando cuando hacia ciertos movimientos. La lectura y el wifi me ayudaron a dominar el tiempo y marcarme las pausas. Los estiramientos me producían dolor pero notaba que esa incomodidad se iba apaciguando. Al tercer día, volví a besar el agua salada. Había las mismas caras,  que había dejado tres días antes, estaban en sus tablas a la espera que se acercara una nueva serie de olas. La sesión transcurrió sin problemas, 7200 pulsaciones mas tarde, o sea 2 horas después  estaba sacándome la licra y exponiendo mi cuerpo al sol para secarme la piel. Mientras, mi vista se recreaba viendo como los buenos surfers hacían maniobras imposibles intentando alargar el tiempo surcando las olas. Mi vista se fijaba sobre todo en una surfera, que vestía un minúsculo  bikini de color fosforito. La chica  tenia una figura de reloj de arena, parecía frágil pero su remada era rápida  y su  agilidad le permitía coger cualquier ola.
Este es el misterio de las chicas guapas, las chicas siempre están mas guapas en verano que en invierno. Pero claro esta, que son las mismas chicas. Como puede ser? Un misterio...

Las  dos ultimas semanas vino a visitarme  un compañero de aventuras llamado Tudel. El compañero  es un crack en el tema piragua y  parece que le a picado el gusanillo  por el  deporte del surf. La primera semana  pude acompañarle a practicar surf, pero a cada sesión notaba como me se  iba desgarrando el hombro derecho. Los masajes solo conseguían un alivio temporal , pero al final tomé la decisión de tomar reposo durante la ultima semana, la cual se me hizo bastante larga.